jueves, 4 de enero de 2018

Textos desde el Tíbet 8


Cuando un escalofrío sacude al cuerpo desde la médula hasta erizar la piel --como fiebre previa a la gripa de invierno--, hay que revisar de forma escrupulosa los alrededores: por abajo de la cama y de la mesa, en el rincón de los libros, en lo oscuro del clóset, tras del cancel en el cuarto del baño, en el reflejo de las ventanas, a cada lado de los hombros, a la espalda y en la mente...

Ese escalofrío no antecede a una enfermedad, es un temblor del alma que sobrevienen ante el impacto de dos fuerza que se encuentran, y se atraen; es un choque eléctrico en los huesos de dos personas, a causa del toque de sus pensamientos, cuando una está recordando a la otra y la otra a la una; cuando estos dos ausentes solitarios se piensan al mismo tiempo y dejan, por un instante, de estar completamente solos.


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