sábado, 16 de mayo de 2015
domingo, 20 de abril de 2014
Textos desde el Tíbet 6
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Pero como yo siempre he llegado tarde… demasiado tarde… porque nací en diciembre (último mes del año) y para colmo en día 29 (cuando las navidades, con sus posadas y recalentados, han dejado sin aliento a los que aman —desgastados en distribuir su tiempo, sus ganas, sus deseos en regalos y abrazos—; cuando están buscando en los ahorros con qué pagar la cena de fin de año, el recalentado del día primero; preocupados por la rosca de reyes, los regalos para los hijos, el regreso a las labores y rutinas —otras, distintas de diciembre—…).
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Nací cuando nadie tiene tiempo para detenerse, desnudarse y descubrirse siendo alguien en un abrazo y besos compartidos…, así que sólo me toca esperar…
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Y cuando una es mujer, esperar desnuda es terrible…
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Soy alérgica al invierno de diciembre, el que congela en pleno día 29 las narices y las manos y los pies y las orejas, fecha en que nadie quiere salir de sus casas, de sus cobijas, de sus hogares de fuego apagado…
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Y espero… cada día del último mes del año…; cada día de los primeros meses del nuevo…
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Llega la primavera, con sus soles breves, sus flores, mariposas, cantos de mil voces y lluvias permanentes con granizos enfadados… y el asma que tanto me vulnera; entonces el amante que espero saluda y avisa que vendrá mañana, pero mañana se le olvida, y tres días después se disculpa por el clima que le impidió llegar… Y espero…
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Meses después anuncia el amante que todavía no está listo porque su familia, su esposa, sus hijos… qué va a hacer… tiene tanto miedo de que la mujer le exija el divorcio de nuevo, como hace diez años, y que otra vez le impida ver a sus críos… y ya no está para eso…
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En su zona de confort, con nuevas canas, el amante se enfría en su rutina y yo me congelo y me alergio de ser mujer, me envuelvo en el tul y preparo un consomé de gallina con zanahoria, papa y dos hojas de laurel…
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sábado, 22 de marzo de 2014
Acto de amor: la memoria compartida en _Una vaca tengo_, de Jesús Bartolo
domingo, 30 de enero de 2011
Textos desde el Tíbet 5
Cada fin de semana, por la noche, te reúnes con nosotras; primero conmigo, después, sin alejarte de mí, con ella. Cuando ella aparece te pones eufórico. Ambas te hacemos compañía y nos entretienes, en apariencia al mismo tiempo; en realidad, sólo te desvives por ella.
En esta rutina de efímero convivio nos reinventas cada vez que la nostalgia se te hace un nudo en la existencia y tus ojos comienzan a llenarse del rojo avinagrado que aviva tus rencores con la vida.
No sé si cada encuentro es un juego, ya aburrido, con el que justificas tu devenir, día a día más borroso, o si es sólo el modo de hacer menos dolorosa tu inserción en el amanecer donde te pierdo cada vez que te despides. De lo que estoy segura es que ella, a quien nombras de manera diferente cada vez que nos reunimos, es remedo de mujer perfecta e inalcanzable, incluso por ti, pero deseosamente besable en resquicios de su cuerpo.
Siempre te provoca para que acerques tus labios sedientos a su cuello y con tu lengua humedezcas su piel enmarcada por el filo del escote. Así lo piensas, pero no haces nada; te detienes sudoroso ante su imagen. En lugar de besarla, acurrucas tus labios en el umbral de mi boca y yo, sin pudor, delante de la inaccesible, humecto tu lengua acariciándola con la mía; vuelvo placentero tu sufrimiento heroico de amante incomprendido. Te agasajo mientras me mantienes luminosa y me renuevas con tus besos en cada embestida con que ella resalta su cualidad inaprensible, esquiva, ante tu tierna sumisión, hasta que llega el momento en que casi no puedes tenerte en pie ante ninguna de las dos y te despides; primero de ella.
Después de darme un último beso de ginebra, me sueltas tu tradicional: “Hasta el próximo fin, mi anforita de blues, préstamo de azul con ilusión de no amar jamás”.
Desprendida de tu imaginación, de nuevo soy vaso, a veces quebrado por el golpe recibido contra el suelo o sobre una mesa de cualquier bar, casi invisible por la embriaguez de la coherencia; soy la orilla de un vaso que corta, soy sangre…
domingo, 14 de febrero de 2010
La pajarería del Twitter
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Si bien el objetivo principal del TW es responder a la casi siempre intrascendente pregunta “¿Qué es lo que estás (estoy) haciendo ahora?” en textos breves (con lo cual mucho infame poco creativo pone estupidez y media); también permite la comunicación inmediata, tipo messenger (con la diferencia de que el diálogo se hace público y no privado).
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El tuiter es muy útil para el periodismo, su brevedad permite notificar con la eficacia de las cabezas y balazos de las publicaciones periódicas (con la ventaja de ofrecer ligas hacia notas, editoriales, reportajes, caricaturas, fotos… referidos).
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En este sentido, también se vuelve útil para publicistas que desean promover sus productos (de los cuales siempre son bienvenidos los que se relacionan con novedades culturales), en este caso anuncian mediante pequeños textos, algunos muy certeros (cf. FCE o Descarga Cultura).
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Algunos tuiteros han aprovechado, sabiamente, esta herramienta como provocación literaria, insertando, en lugar de respuestas a la pregunta estúpida objeto del TW, microrrelatos y micropoemas, pues sólo se tiene capacidad para 140 caracteres. Al respecto, vale la pena leer el artículo La literatura en Twitter del blog Literatura electrónica.
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Algunos pajarracos parlanchines de talento trinan en estos sitios:
http://twitter.com/microcuentos
http://twitter.com/RicardoSoca
http://twitter.com/lopezbeltran
http://twitter.com/lajornadaonline
http://twitter.com/revistaproceso
http://twitter.com/azotecarranza (éste sólo cuando a su creador le revienta algo).
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El Twitter, pues, se presta no sólo para leer de inmediato cabezales o novedades de periódicos, publicistas o sitios culturales y, en su caso, para ir a la página donde se encuentra la información completa (reportajes, por ejemplo), sino también para crear literatura y un breve diálogo entre el escritor de cada tuiter y su lector.
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Se prestaría, incluso, para armar cadáveres exquisitos, si se piensa en grupo (aunque, como bien dice el escritor peruano Óscar Limache “me daría por satisfecho si alguien ya pensara en solitario...”).
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Para leer en TW, sin embargo, se necesita, a veces, paciencia (paz y ciencia), porque no falta que el nido de cada tuitero se vuelva un enajenante trinar de pajarracos, pues, además de lo que cada uno escribe en su espacio, se agregan los textos de los twitters que se siguen (incluyendo algunos diálogos de los dueños del twitter ajenos con sus seguidores y los retwitter que hacen); se vuelve aquello ―en tanto no se administra la dosis de a quién seguir y a quién no― un griterío de aves hambrientas por ser escuchadas…
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En fin, ahí queda mi sentir sobre este trinar colectivo.
martes, 10 de noviembre de 2009
Música para mi semejante
jueves, 29 de octubre de 2009
Ruptura
sábado, 20 de septiembre de 2008
Interpretación oral de la palabra escrita
Al tener su origen en la transmisión oral, parecería que la literatura hubiese perdido su oralidad con la escritura, pero no es así. La transmisión de generación en generación de textos orales, así como la escritura tienen el mismo fin: evitar que la palabra, hablada o escrita, se pierda.
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Con el invento de la grafía y el establecimiento de sus convenciones, la palabra pudo palparse y verse, mas nunca perdió sonoridad. Los textos quedaron escritos con sonidos y silencios. Aprovechándose de ello, muchos autores han escrito sus obras para que éstas sean leídas en voz alta. Poemas, obras dramáticas, algunos cuentos y novelas tienen esta posibilidad.
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En este contexto, creer que todo aquel que puede hablar y ver o palpar palabras es capaz de leer en voz alta un texto escrito resulta erróneo. No toda lectura de este tipo tiene calidad para ser escuchada y entendida por el espectador, ni aun poniendo éste toda su atención de por medio.
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En cuestión de lectura en voz alta debe tomarse en cuenta que se trata de “una estrategia válida [...] siempre y cuando no se reduzca a una mera oralización del texto. Si al lector sólo se le pide que sonorice los signos gráficos que tiene ante sus ojos, [tendremos] una simple y muy discutible actividad de oralización, pero nunca podremos hablar de ‘comunicación basada en la lectura’ ni de verdadera ‘lectura expresiva’”.[1]
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Hablar de lectura en voz alta, es hablar de interpretación y no todo lector es un intérprete, lamentablemente tampoco todo escritor resulta ser buen intérprete incluso de sus propios textos, por más lecturas que haga de sus obras en las respectivas presentaciones.
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Al leer en voz alta, hay que transmitir la intención emocional del texto modulando el timbre, el volumen, la entonación; cada texto precisa de tonos e inflexiones determinadas para comunicar ironía, sorpresa, velocidad, monotonía, espanto o cualquier otra intención del texto escrito.
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Rodolfo Castro afirma que “más que descifrar signos para que otros escuchen, esta lectura supone entregarse al texto, creer en él, cargarlo con nuestra esencia [...;] no se lee en voz alta para ser escuchado, [sino] para que los que escuchan vean el sonido, se arropen en él, lo habiten [..., por lo tanto] el desafío del lector en voz alta es el de transformar esos signos inertes en volúmenes tangibles que respiren, se muevan con libertad y [...] toquen al que escucha, lo conmuevan de tal manera que su sensación sea como la de estar viendo el sonido”.[2]
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En otras palabras, “leer en voz alta es hacer que nuestro interior resuene. Es poner en juego los propios sentimientos y ponerse en sintonía emotiva con el texto y con los demás participantes de esa lectura [... la cual es] un acto de voluntad [... que] requiere de nuestra complicidad para que aceptemos que lo que se está leyendo sí está ocurriendo”.[3]
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Complicidad, calidad interpretativa (incluso en la adaptación de textos) y capacidad para conmover, haciéndome ver el sonido de los textos, he tenido la fortuna de encontrar en contados intérpretes, algunos en viva voz otros en discos grabados.
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Respecto a las grabaciones, atesoro discos con loables interpretaciones de textos, como el segundo volumen del Homenaje a Federico García Lorca, bajo el sello Orfeón, con las voces de Rafael Acevedo y Ofelia Guilmáin, y Sor Juana hoy, de Warner Music México, en el que Ofelia Medina lee y canta textos de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana.
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Este año agrego a mi tesoro dos álbumes con lectura acompañada de música e interpretación cantada de textos (adaptados para este fin): uno de ellos se titula Dile a la Luna que venga y el otro, Paracaídas que no abre.
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En Dile a la Luna que venga, Ricardo Brust (actor, locutor y doblador de voz para cine y televisión, a quien se le escucha en los anuncios de Pepsi) nos regala, en la producción hecha por él, sus interpretaciones, editadas con música, de textos de León Felipe, Eliseo Diego, Federico García Lorca, Octavio Paz, Zapato, Ricardo Bernal y de su autoría.
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El audio del disco compacto, así como la portada y contraportada, pueden descargarse de manera gratuita desde la página de Luna X Radio Interna.
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Paracaídas que no abre está basado en la prosa poética del mexicano Alejando Páez Varela; en el álbum participan distintos intérpretes, cada uno con su peculiar estilo: Laura de Ita, Patricia Llaca, Jaime López, Vanessa Bauche, Dolores Tapia, Abel Membrillo, Ari Brickman, Martha Claudia Moreno, Carmina Narro, Álvaro Guerrero, Juan Cristóbal Pérez Grobet, Gerardo Pozos, José Luis Domínguez, Renata Wimer, Nuridia Briceño, el grupo Polka Madre y el autor de los textos.
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La realización de Paracaídas que no abre incluye: el libro de Páez Varela, editado por Almadía y de venta en librerías mexicanas, la publicación de algunos textos del libro en el sitio homónimo http://paracaidasquenoabre.com/, los videos de la grabación del disco y el disco, incluido en el libro en venta, aunque el audio puede descargarse, de manera gratuita, en el sitio web. En dicho álbum está registrada la interpretación de catorce textos (uno de pilón).
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El audio del Paracaidas me recuerda el concepto del disco Urbe probeta, en el que escritores mexicanos experimentan la fusión de sus textos con música electrónica. Sin embargo, en Urbe probeta se perciben altas y bajas en la elección del material, en tanto que en Paracaidas se mantiene uniforme la calidad de la producción artística (a cargo, ésta y la música, de la actriz y cantante Laura de Ita).
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¡Bienvenidas sendas producciones discográficas: Dile a la Luna que venga y Paracaidas que no abre!, cuyas interpretaciones orales rescatan y trascienden la palabra escrita.
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[1] Kepa Osoro. "Sugerencias para leer mejor en voz alta", en el sitio web del Proyecto de lectura para centros escolares, PLEC.
[2] Rodolfo Castro. "Habitar el sonido", en el sitio web de la revista Nuevas hojas de lectura.
[3] Ibidem.
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sábado, 6 de septiembre de 2008
Textos desde el Tíbet 2
La Maga, desde el Tíbet.
martes, 5 de agosto de 2008
Textos desde el Tíbet 1
Adelante, un taxista desacelera su prisa y avanza tranquilo al paso en que la mujer fluye. Asomando la cabeza por la ventanilla grita: "¿te llevo?...", "¡súbete!...", "No te cobro...".
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