En el caso de Isla de madréporas, la realidad que observo y expreso poéticamente es la de la relación amorosa, que es un hecho de la vida cotidiana. Trato el sentir amoroso como una realidad sensual (tangible en los sentidos) y fértil (sexual), por momentos, pero cruda, casi siempre, por la imposibilidad de comprensión en la pareja.
Elisena Ménez Sánchez. Isla de madréporas.
Centro Toluqueño de Escritores, A. C.,
ISBN 978-970-9995-20-6, México, 2007, 44 pp.
La relación amorosa es como el mar: por momentos tranquilo, estable; por momentos intempestivo, innavegable y destructivo; con mucha vida en sí mismo, inmenso e inabarcable.
Las relaciones de este tipo son fecundas en afecto y deseo, pero después de un maremoto de pasión todo lo alcanzado puede perderse. Se termina por no tener nada: ni a la pareja ni a uno íntegro en sí mismo.
Sin embargo, aun en las rupturas afectivas se gestan actitudes, sentimientos y pasiones: ira, soberbia, avaricia, envidia, celos, dolor, sufrimiento y olvido, y como parte de esa fertilidad, el individuo se reconstruye para volver a ser en sí mismo.
Así es como, a partir de la relación afectiva, la pareja, primero, y, en su caso, el individuo, después, se vuelven islas de madréporas, islas de coral que, para existir, se forman por miles de motivos y sentimientos plenos de vida y, con el tiempo, estos motivos y sentimientos se van endureciendo como si se calcificaran.
Sin embargo, a pesar de ese endurecimiento que genera el tiempo, las emociones son corales indispensables, y por ende valiosos, que fecundan vida a su alrededor. No otra cosa es la madrépora: pequeño animal que vive en los mares intertropicales y, al integrarse en colonias con otros seres de su misma especie, forma escollos o islas a partir de sus formas arborescentes y calcáreas.
Alguna vez me preguntaron cuál era mi propuesta, qué pretendía renovar con mis poemas, a lo que respondí y respondo: mi propuesta es simple: escribir lo que escribí; mi pretensión: expresar mi voz poética y explorar en ella mis posibilidades. ¿Renovar? Nada, no estoy renovando nada fuera de mí. Escribo, y lo hago, como quiero hacerlo: buscando la efectividad de lo que deseo no sólo expresar sino también provocar en mí como lectora inmediata.
Si después de mí hay otros lectores y ellos quieren valorar si es bueno o malo, eficiente o deficiente lo que escribo, pues ya es asunto de ellos, que para eso son lectores, y en ese sentido el juicio de cada quien es respetable. Pues, una vez publicados, los poemas son libres y se rehacen en la percepción de cada lector.
Siempre es mejor que el escritor escriba sus poemas, que el lector los lea y que el analista o el crítico se encarguen del resto, si se les antoja.
Queda, pues, mi Isla de madréporas a la consideración de ustedes, indispensables (y por eso apreciados, aunque desconocidos) lectores.
Lectores de Isla de madréporas en el Ágora del Parque Naucalli, de izquierda a derecha: Arturo Herrera, Natalia Olvera, Víctor Aguilar, Elisena Ménez, Fernando Zerón y Odilón Ortiz.
- Odilón Ortiz Trujillo. Presentación de Isla de madréporas.
- Eduardo Osorio. Crestomatía de Elisena Ménez.