miércoles, 16 de julio de 2008

Conciencia de su muerte: esencia del hombre

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Uno de los conflictos que más atormentan al hombre es el de enfrentar su propia muerte.
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No obstante que carecemos del hábito de pensar en nuestra propia extinción e incluso queremos rebasar el límite de la mortalidad esperando que nuestros actos nos den trascendencia a través de los siglos, como humanos, nos sabemos seres para la muerte y en función de ello vivimos.
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En La epopeya de Gilgamesh, en el ensayo “Reflexión sobre la muerte” de Jaime Torres Bodet y en la novela La muerte de Iván Ilich de León Tolstoi se nos muestran ejemplos, entre muchos otros, de cómo el hombre enfrenta la circunstancia de su finitud a través de la esencia que lo separa de animales y dioses, esencia que no es su muerte, como tal, ni su incapacidad para alcanzar la inmortalidad, sino la conciencia de saberse un ser para la muerte.
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En el Gilgamesh,
[1] a diferencia de los hombres, los dioses son inmortales; para ellos la muerte no existe y, por lo tanto, no tienen conciencia de ésta; por su parte, los animales, aun siendo mortales, carecen de esta conciencia, para ellos la muerte es impensable. Ante lo imposible y lo impensable, el hombre se hace consciente de su límite.
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En los textos mencionados de Bodet y Tolstoi se presenta otra cualidad del ser humano consciente de este hecho: por falta de salud, el hombre que se aproxima a su muerte sufre un distanciamiento del resto de los hombres enajenados del proceso degenerativo de su condición física.
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En su ensayo, Torres Bodet afirma que vivir es un acto de egoísmo como también lo es el temor de morir porque quien comienza a aproximarse al final de sus días se queda solo ante su propia angustia, contemplando el “espectáculo de esa solidaridad admirable que representa, para los vivos, la fe en la vida”,
[2] y agrega:
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“[…] se vive y se muere solo. La diferencia estriba en que, mientras vivimos, hay seres que nos odian y que nos aman. Nos envidian o nos desprecian; pero el que sabe que va a morir está más allá del odio y del amor, de la envidia y hasta del desprecio”.
[3]
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En el caso de La muerte de Iván Ilich, el protagonista se enfrenta a este razonamiento a través de un proceso de degradación física que lo encamina hacia una transformación emocional
[4] hasta que llega a su muerte, como en un acto de liberación, anulando todos sus temores.
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En esta novela resalta aún más el distanciamiento entre los sanos y quien se acerca a su muerte: Iván Ilich, además de saberse inútil ante sí mismo y un estorbo para sus hijos y esposa, debe padecer la indiferencia de sus amigos y, peor aun, de sus familiares, irritándose ante la alegría, la salud y la fuerza de todos ellos, quienes no logran comprender su estado ni su transformación, que le han llevado a comprender
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“[…] que la felicidad es efímera y que mientras se es sano y se vive en la opulencia, la gente te quiere; pero que cuando padeces un terrible mal, lo único que desean los que te rodean es que te mueras para que ellos puedan llevar una existencia normal”.
[5]
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Así, ante la muerte, los seres humanos no sólo nos diferenciamos de los dioses (en caso de considerar su existencia) y de los animales, sino también de nuestros congéneres, transformándonos en individuos incomprendidos al momento de nuestro proceso de extinción.
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Ante la diferencia y el aislamiento, el camino hacia nuestra muerte (por prolongado o breve que sea) termina siendo no sólo, en su caso, un proceso de degradación física, sino también, y sobre todo, el punto medular en que, como unidades, como minúsculos eslabones de una cadena que forma parte del cosmos, hallamos ante nosotros la vida que comenzamos a dejar (o que nos va dejando), la cual continuará con su ciclo.
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Luego entonces, la verdadera razón de vivir tal vez sólo sea ese instante en que se precipitan las horas, los días y los años vividos para entender nuestra existencia de individuos en función de nosotros mismos y de los otros, aceptando que
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“Somos, apenas, gotas de un río inmenso. Si una se pierde, millones y millones se disponen a remplazarla. Nada acaba con el ente que acaba, sino ―a lo sumo― su oscuro estremecimiento. La única ley positiva de la existencia es la de no atar el destino del mundo a la dimensión de lo individual”.
[6]
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Al final, somos un grano de arena en el cosmos, pero con una esencia que se percibe en un único instante (como flashazo en la oscuridad), un único instante en la desmesurada eternidad. Esa esencia es la conciencia de haber sido.
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Habrá que preguntarse ahora ¿qué finalidad tiene esa esencia después de muertos? Claro, sólo en el instante de absoluta soledad, al enfrentar cada uno su propia muerte hallará respuesta. Ante el hallazgo intransferible, tal vez valga la pena cambiar la pregunta y cuestionar: ¿qué finalidad tiene esa esencia (de haber sido y estar siendo) mientras vivimos?
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Título de la obra: Dos mujeres y flores
Autor:
Fernand Léger (1881-1955)

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[1] Véase: “Saberse un ser para la muerte, esencia del hombre en el Gilgamesh”; en el sitio web Mi Rosa de los vientos y su Norte.
[2] Jaime Torres Bodet. “Reflexión sobre la muerte”; en José Luis Martínez. El ensayo mexicano moderno. Fondo de Cultura Económica, Col. Letras Mexicanas, México, p. 47.
[3] Ibidem. p. 46
[4] Entregado a las anodinas convenciones del interés materialista (desierto de amor y mezquino), que lo llevan a vivir como un muerto (por su carencia de vida emocional, intelectual, cultural y social), apunto de morir, Iván Ilich repasa su vida y comienza a tener vida emocional.
[5] Guadalupe Obón L. “Prólogo”; en León Tolstoi. La muerte de Iván Ilich. Editorial Nuevo Talento. México.
[6] Jaime Torres Bodet. Op. cit. p. 47.

5 comentarios:

Malinata dijo...

Mi querida amiga Maga, ahora si me dejaste sorprendida con tu comentario respecto a la muerte porque es la eterna pregunta que hacemos pero no bien formulada, creo.
Para mi no deberíamos cuestionarnos cómo será nuestra muerte porque a final de cuentas esta llegará en cualquier momento, entonces yo cambiaría el sentido de la pregunta y la aplicaría a este aquí y ahora en un sólo instante y preguntaría: ¿Cómo es mi vida? ni siquiera cómo fue, mucho menos como será, me muero una hora después y el será se vuelve irrelevante.
Algún escritor dijo que el pasado ya pasó y el mañana nunca llega y en este sentido creo que ahí está la respuesta a todo, somos, estamos, vivimos, disfrutamos, sufrimos y nos cortamos las venas en este único instante porque después otro acontecimiento más intenso (bueno o malo), nos hace olvidarlo.
Mi filosofía es vivir, hacerlo intensamente y si en ese camino sufro, me hacen sufrir, lloro, me hacen llorar y pasan mil cosas, ya estará la tan esperada muerte para recapacitar y reflexionar, para ver si subo o bajo o si definitivamente quedo en la nada, por lo pronto, vivo, hoy, aquí y ahora.
Un beso y mil abrazos, interesante tu reflexión.
P.D., no se si aplica en este tipo de textos pero si no estoy equivocada, ya no se pone pié de página o referencias con números, ahora tienes que marcar (Autor, Página, Año)después del estracto y al final la Bibliografía, ya sabes, esta necesidad de unificar códigos.

Dolfo dijo...

Gracioso Sitio!

beijos :)

Maga Blanca dijo...

Querida Nata, fue Elisena la que escribió eso; yo la ayudo en otras cosas... creo que me pidió que colaborara con poesía, pero me tardo en escribir, ¿sabes? No soy tan constante y verborreica como ella.
Además, no me ha dicho si me va a pagar o no (en tanto no me lo aclare, me espero :P).
De cualquier manera, gracias por leer el blog y por compartirnos tus ideas.
Con cariño: La Maga.

Puck dijo...

Dolfo, querido, ¡bem-vindo ao blog!
Eu tenho possibilidade de ler seu blog também (mas acho que você não pode ler-me ao 100% en espanhol :( )
Beijos, amigo, e saudade...

Elisena Ménez Sánchez dijo...

Malinata, gracias por tus comentarios. Concuerdo con esa filosofía de vivir intensamente.

Respecto a las herramientas de investigación documental, existía este sistema español (de uso aún frecuente en muchos documentos) y el anglosajón; en este último caso con dos variantes: el APA (American Psychological Association), que existe desde 1929, y el MLA (Modern Language Association of America), propuesto desde 1977.

Si bien desde finales del siglo pasado se ha sugerido la uniformidad internacional, es a inicios de éste cuando se ha aceptado el estándar con base en los sistemas anglosajones, dejando el APA para la redacción de documentos científicos (más de mil revistas científicas del mundo utilizan este estilo) y el MLA para los documentos de humanidades en general (lo que sea que esto signifique, y que ha sido adoptado por diversas escuelas, universidades e instituciones desde hace 50 años).

Acá te dejo estos sitios de interés al respecto (espero que el blogger deje verlos):

http://serviciosva.itesm.mx/cvr/formato_apa/opcion6.htm

http://serviciosva.itesm.mx/cvr/formato_mla/opcion6.htm

http://espanol.geocities.com/cesar_rey_info/Normas.htm

http://biblioteca.itson.mx/dac/sl/descargas/formato_apa.pdf

http://www.fisterra.com/recursos_web/mbe/vancouver.asp#recomendaciones

En cuanto a la manera tradicional que uso (y que, insisto, aún se ve en varios libros y revistas), responde más a economía de espacio (sobre todo en revistas, donde cada teclazo es vital, aunque no se vea) y tiempo en la escritura: si sigo el sistema MLA mis textitos, ya de por sí rolleros (verborreicos, como dice la Maga), se expandirían (tendrían la parte del texto, el apartado de notas y el de fuentes); usando el viejo estilo, en mi texto ahorro caracteres colocando sólo números y omito el apartado de fuentes incluyendo éstas, directamente, en las notas. :)

Reseñas de libros:

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