GUIÓN DEL CORTOMETRAJE
Es verdad: la suerte cambia todo el
tiempo. Cada decisión que tomamos; cada intención detrás de cada acto es un
pase de magia en el universo; un giro de la trama que nos coloca en un bando o
en el otro. La suerte es la suerte. Lo importante es lo que cada uno haga para
encontrarse con su propio destino.
La suerte está echada (película argentina).
Aclara a:
1. INTERIOR-SALÓN
DE ACTOS DE LA EMBAJADA ARGENTINA EN LA CIUDAD DE MÉXICO-NOCHE
En un espacio tranquilo, iluminado, confortable y fresco, se congregan
espectadores, funcionarios, amigos, AUTOR y COMENTARISTA.
En una distribución de teatro tradicional, los espectadores se sientan
de frente a los personajes que ocuparán el escenario. En éste, sentados y con
una mesa sobre la que extienden sus materiales de trabajo toman lugar el MODERADOR,
el AUTOR y la COMENTARISTA.
El público presente centra su atención en AUTOR y COMENTARISTA.
La COMENTARISTA, mujer de 40 años, algo pálida, con ojos melancólicos
y tristes como de quien se desvela en rutinas de excesos laborales, elegante y
atractiva… (muy atractiva), pero tímida (consciente de su falta de experiencia
para dirigirse al público), se nota un poco nerviosa, no sabe si podrá
compartir con el público la emoción de su lectura sobre la novela que presenta:
Zurcido invisible.
El AUTOR, hombre de 60 años, alto y esbelto como un Julio Cortázar
entrado en edad madura, con pelo blanco que contrasta con la obscuridad de sus
cejas, mira confiado al público. Su mirada es profunda y penetrante, como la de
una lechuza posada en un árbol durante la noche (una noche de luna llena). Mira
al público frunciendo esporádicamente el entrecejo con la certeza de un
analista clínico con más de 30 años de experiencia. Los libros y artículos que
ha publicado al respecto, podrían dar fe de ello, pero eso, ahora, no importa…
como tampoco importa que sea licenciado en psicología por la Universidad de
Buenos Aires, magíster en psicoanálisis, psicoanalista y supervisor clínico o
miembro de la Asociación Internacional Psicoanalística y presidente de la
Fundación Travesía, dedicada al psicoanálisis para la transición y crisis de la
mediana edad.
Lo que importa es que este hombre, con mirada de lechuza en noche de
luna llena, en su mediana edad haya descubierto la posibilidad de liberar sus
emociones y la síntesis de una filosofía de vida, a través de la creación
literaria.
Lo que importa es que hace apenas cuatro años el
hombre-lechuzabajolalunallena decidió escribir una historia que aún no concluye
y que, poco a poco, ha ido dosificando en textos (uno novelado y el resto
dramáticos a punto de realizarse en escena); parte de esas dosificaciones son
sus obras: La profesora de piano, Toda
una vida, Blenorragia y Las
mensajeras, cuyos títulos remiten a los personajes de la novela Zurcido invisible, por ejemplo: Vera, la
profesora de piano que, asmática e hija única, durante su infancia se refugia en
diálogos internos que tiene con su amiga imaginaria Dimpa; el turco Ahmed, “un petiso
con tiradores que le levantan el pantalón hasta la mitad de la panza, dejando
ver las medias verdes que tiene puestas” y que cuando Víctor, uno de los
personajes principales de la novela, se le acerca para consultarle la ubicación
de una calle cuyo nombre ha olvidado, asegura con insolencia que puede ayudarlo
con la cura de la blenorragia, que seguro padece, como ya lo sufrió en carne
propia el mismo Ahmed; y las mensajeras, trío de beatas maduras, afanadas en
querer enterarse de los actos “inmorales” de los demás para divulgarlos luego,
a fin de enderezar la vida de los torcidos; por ello, doña Mora, doña Mara y
doña Mori son aves de malagüero con quienes nadie quiere toparse.
También importa que el
hombremiradadelechuza, sin haber ejercido antes de los 56 años el oficio de
escritor, pero sí la de lector, se haya tomado 48 meses de redacción y
pulimiento de su primera novela, hasta sentirse satisfecho de ella y someterla
a un concurso: el de la cuarta edición del Certamen Internacional de Literatura
“Sor Juana Inés de la Cruz”, convocado por el Gobierno del Estado de México, a
través de la Secretaría de Educación y del Consejo Editorial de la Administración
Pública Estatal.
Importa que Zurcido invisible haya sido uno de los 458 trabajos que recibió
dicho Consejo, procedentes de Argentina, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica,
Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Honduras, Israel, Italia,
México, Perú, Sudáfrica, Uruguay y Venezuela; importa que de esos 458 trabajos,
73 correspondieron al género de novela…; importa
que de ésos, el jurado, integrado por reconocidos escritores (Bertha Balestra, Emiliano
Pérez Cruz, Mauricio Carrera y Hernán Lara Zavala) hubiese debatido durante
largas horas de sesión sobre la elección de dos novelas (en sus debates
argumentaban sobre el estilo, la técnica, los temas abordados, el interés que
podían generar…); importa que, por unanimidad, este jurado hubiese elegido a
una de las novelas para asignarle el premio único y a ésta, Zurcido invisible, para mención
honorífica, afirmando en su dictamen que la obra signada por el seudónimo Unknotter
era digna de recomendación para publicarse, pues “aborda una trama armada con
precisión, personajes y situaciones bien construidos y juegos de lenguaje que
crean una atmósfera mágico-trágica y una tensión narrativa. Ofrece varias
lecturas sobre la cotidianidad en lugares pequeños y los secretos que encierra
una vida aparentemente simple”.
El público de la Embajada Argentina espera, paciente, saber algo sobre
la novela del hombre-lechuza, pero la COMENTARISTA aún no aborda nada sobre
ello, al contrario, inicia con una larga introducción. Ella, se dirige a los
espectadores con estas palabras:
COMENTARISTA: Como autora
de poemas conozco el arduo trabajo de abordar un texto, de domar la idea y, más
que a ésta, a las palabras, para que sean justas y no desbordadas; como autora,
sé lo que es buscar la innovación en el propio estilo, no en el inabarcable
mundo de la literatura, sino en el microcosmos de la escritura individual.
Como coordinadora de un espacio cultural tan
complejo por el cincho de realidades obsolescentes que constriñe sus
posibilidades y carencias, sé lo que es trabajar con autores, algunos divos y
exigentes, otros con gran sentido ético y solidario; sé lo que es buscar las
formas de edición, distribución y coordinación de actividades.
Como correctora de estilo editorial, sé del
pulimiento detenido en el texto, en la página, en la palabra, en el carácter y
en el espacio, en el sentido y en la forma de querer decir de cada autor a cuya
obra le ofrezco mi observación para cuidarla con esmero, en la medida de mis
posibilidades, hasta que sale de imprenta.
En ese sentido, como autora, reconozco y respeto
la entrega de Guillermo Julio Montero a este oficio de escritor, la edad en la
que comienza a crear literatura no es un obstáculo; ahora, con todo su bagaje,
tiene mucho qué decir y, mejor aún, trabaja a detalle la forma en que presenta
sus obras; tiene contenido y sabe encontrar la manera y estilo mesurado para
expresarlo.
Como coordinadora, reconozco y halago los resultados
óptimos (visibles en este momento con la presentación de uno de los más de 180 libros editados hasta ahora, en menos de dos años) del equipo de
trabajo del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal (CEAPE),
cuyos integrantes, encabezados por el ingeniero Agustín Gasca Pliego, se han
encargado de depurar y definir un concepto editorial estético y comercial de
interés para todo tipo de público (especialistas de arte, académicos,
historiadores, filósofos, interesados en la literatura para todas las edades),
concepto incluyente de autores cuya obra ha forjado y forja la historia de la
literatura estatal, nacional e internacional, bajo el sello Fondo Editorial
Estado de México (FOEM).
También reconozco la labor, nada sencilla y sí
muy profesional, de cada uno de los diseñadores, correctores de estilo
editorial, así como del editor responsable, el maestro Félix Suárez
(perfeccionista en su estilo), del coordinador del área de diseño, Hugo Ortíz
(no sé si muy santo, pero me consta, mártir de los periodos de cierre de
edición para la entrega de veintenas de libros a imprenta, siempre buscando la
cuadratura del círculo para empatar totales de páginas con pliegos, características
técnicas, presupuesto y tiempos de impresión) y, desde luego, la activa labor
de la maestra Patricia Serrano, haciendo efectiva y puntual la distribución de
libros en bibliotecas, escuelas, con autores e instituciones nacionales y del
extranjero. No es gratuito que una institución estatal rebase las fronteras
geográficas para llegar a otros países…
Entre el público de la Embajada Argentina, uno de los espectadores
sentado con la pierna cruzada comienza a balancearla con impaciencia… otro más
tiene la vista fija en el techo, poco se interesa en lo que dice la COMENTARISTA…
se percibe entre los asistentes cierta incomodidad por el choro mareador que la
COMENTARISTA ha soltado, pues están conscientes de que su información es demasiado
oficial y no ha dicho absolutamente nada de la novela Zurcido invisible. La COMENTARISTA, preocupada por la reacción del
público, hace una pausa, toma un poco de agua, garraspea, y continúa su
monólogo:
COMENTATISTA: Reconozco
también que… que… que… ¡me he extendido mucho en este preámbulo, pero es
difícil desprender los contextos que se entraman en y alrededor de un libro!
Disuelve a:
2. INTERIOR-FOCALIZACIÓN
EN CEJA, PESTAÑAS Y OJO IZQUIERDO DE COMENTARISTA
Voz femenina en off:
¡Eureka, epifanía! Eso es justo lo que quiero
decir: ¡los contextos! ¿Qué serie de eventualidades deben sucederse en el
cosmos para que los engranes en los que se desarrollan las historias,
aparentemente inconexas, de personas
radicas en distintos puntos geográficos coincidan, se engranen y embonen, inevitablemente,
en un espacio y en un tiempo de acercamiento, para complementar la pieza ausente
de un gran rompecabezas, la pieza que requieren para un fin?
Voz masculina en off:
Ché, ¡pero vos estás pensando lo mismo que yo!: Los amantes del círculo polar, ¿recordás
esa peli? Es la posibilidad del acercamiento de dos seres que se aman y el
destino los acerca, pero no los junta ¿o tal vez sí?… ¡No, no! Es mejor ejemplo
Sofía y el sexo, ¡qué filosofía del
amor, de la búsqueda, el perdón y el encuentro consigo mismo y con el otro..! ¡Y
la peli ésta: Magnolia!, ¿la viste? Es donde llueven ranas, se
orina un niño en un programa de televisión, una chica se droga y un policía se
enamora de ella… El amor, la solidaridad, la salvación, viene después… Siempre
viene después, es verdad... Ésa salvación se da en Zurcido invisible, ¿viste?, pero de una forma distinta.
Voz femenina en off:
¡Cierto, los contexto!
El contexto extraliterario en el que Guillermo
Julio Montero decide escribir la novela, a sus 56 años, quizás después de
alguno de esos golpes emocionales que, para bien o para mal, nos da la vida y
decidimos por algo.
Decisión que en este caso le representó una
tarea de decantación de cuatro años para ver concluida su obra. En un entorno
en el que sus teorías de psicoanálisis le permiten desarrollar con naturalidad el
carácter de cada personaje, enfrentándolo a la solución de su conflicto: el
terror al recuerdo de una tragedia colectiva y personal, y la necesidad de
salvar la desmemoria con el recuerdo compartido, gracias a un acto de amor (“el
amor, incluso”, como diría el poeta Félix Suárez). El amor que siempre salva, siempre, la palabra que tanto le
maravilla a Vera, la maestra de piano, uno de los personajes principales de
Zurcido invisible.
La palabra siempre se vuelve el hilo
invisible con el que se va zurciendo la trama de esta historia, donde los
personajes principales (Vera y Víctor), sin conocerse previamente, forman parte
de la misma tragedia dividida en dos espacios: el del accidente colectivo a
partir de una carrera de caballos que propicia la muerte de varios habitantes
de Estación Esperanza (poblado sudamericano que en su nombre lleva el anhelo de
una salvación) y la de la violencia física padecida por la pianista Vera.
La palabra siempre hilvana imperceptiblemente
los sucesos de una trama que embona con naturalidad en el cuerpo del discurso,
es decir, las palabras y recursos literarios de los que se vale Guillermo Julio
para contarnos, a través de un narrador omnipresente —ubicado en
todas partes donde se encuentran los personajes principales, tanto en los
espacios físicos como en los internos, siendo éstos la voz de los pensamientos
de Vera (cuando es ella misma y cuando es Dimpa) y de Víctor, así como la voz
de la memoria, en la que, por evocación de los acontecimientos pasados, dialogan
los personajes secundarios (como los familiares de Vera: la abuela, la madre,
el padre y el tío, y sus amigos: Felipe y la madre de Felipe)—; pero este narrador, típico de la narrativa decimonónica, no le es suficiente a Julio
Montero, a la vez de omnipresente, lo vuelve deficiente, pues sus
conocimientos sobre las acciones pasadas, las razones por las que éstas suceden
y el desenlace los ignora por completo, tensando con sus descripciones la
expectativa del lector.
Como el zurcido invisible que hacen las abuelas
en los vestidos y suéteres desgarrados para que la “herida” de la ropa desaparezca
como en un acto de magia, la palabra siempre
ata cada cabo de la historia, confrontando a los personajes con su trauma hasta
encaminarlos hacia un desenlace inesperado.
En el contexto literario: esta obra se inserta
en el ámbito de la producción narrativa contemporánea, contando para ello con
un argumento que se desarrolla en un trasiego de voces, espacios y tiempos.
Mediante la polifonía (con su multitud de voces
internas y externas), las acciones de los personajes, los espacios y los tiempos (el presente y
el pasado donde se suceden las acciones, así como el presente y el pasado
donde confluyen los pensamientos y, a través de éstos, los recuerdos) se realizan a la par.
En el contexto ficticio podemos ver cómo sucede
la historia presente, enterándonos de la razón por la cual Víctor, fotógrafo de
una empresa encargada de editar publicaciones de corte turístico-religiosas,
enfocadas principalmente a exaltar milagros de santos y vírgenes, tiene que
volver después de tantos años a Estación Esperanza, donde en su niñez tomó una
serie de fotografías que a la fecha no ha revelado. En ese desarrollo de la
trama, Víctor y Vera se conocen y se reconocen, y justo este engarzamiento de
vidas hace posible el proceso de salvación-sanación no sólo de estos
personajes, sino también o, tal vez, del pueblo mismo, cuya vida cotidiana gira
en torno del olvido de una tragedia, la tragedia, siempre la tragedia, de la
que todo mundo parece saber algo, pero no quiere hablar de ello… Ésta, la
tragedia, es la invisible protagonista del relato.
Voz masculina en off:
¡Ché!, ¿cómo decís esas cosas de los contextos?
Mirá tú, los contextos podés guardártelos en la concha de… ¡ché, lo que yo
quiero es que hagamos un filme de la novela!, así como lo platicamos en la
noche, vino de por medio, como Cinema
paradiso, ¿viste?, o como esta trilogía de los colores Azul, rojo y blanco… ¡Ché!, no me hablés de estructuras literarias,
dame diálogo, escenas, ¿por dónde
empezamos a filmar?
El ojo de la comentarista parpadea, mira a los espectadores, se hace un paneo sobre éstos, cada vez más impacientes.
3. INTERIOR-SALÓN
DE ACTOS DE LA EMBAJADA ARGENTINA EN LA CIUDAD DE MÉXICO-NOCHE
La COMENTARISTA está apunto de soltar las riendas de sus palabras para
que éstas se desboquen igual que caballos en una carrera a campo abierto, para
compartirle al público todos los aciertos de la novela de Zurcido invisible, pero decide comenzar por leer la cuarta de
forros del libro:
COMENTATISTA: “¿Cómo transformar una vida remendada en una vida zurcida?
¿Sirve el silencio para disimular los desgarramientos? ¿Qué camino conduce a
que dos personas se encuentren? ¿A quiénes les importa la palabra ‘siempre’? Éstos
son algunos planteamientos que Zurcido
invisible intenta resolver.
Sin saberlo —aunque
determinados por una fuerza invisible que los posee—, Vera y Víctor descubren
que los convoca el trabajo de la vida, algo que ninguno se atreve a preguntarle
al otro. Desafían el silencio con el cuerpo y los destinos imantados, a pesar
de la lluvia, del trueno y del relámpago. Parte del pueblo será testigo, pero a
nadie parece importarle porque el anonimato les vació la vida hace mucho tiempo
y el recuerdo diluyó cualquier ilusión y esperanza. A pesar de todo, casi sin
que lo noten, Vera y Víctor —y quizás también todo el pueblo— recuperan el
futuro. Tal como sucede con el zurcido invisible”.
La COMENTARISTA, apunto de
develar el prolegómeno trascendental de la obra, siente que su cabeza se
obnubila, escucha las voces que dialogan en su interior, oye cómo la voz de don
Peregrino, cuidador de los santos de la Capilla del Silencio de la novela Zurcido invisible, le habla,
refiriéndose a sí mismo, como acostumbra, en tercera persona:
Voz en off
de don Peregrino:
Don Peregrino no cree que usted pueda hacer la
presentación de la novela, ¿sabe? Él piensa que usted es una persona muy
distraída que brinca de un tema a otro sin previo aviso. La gente no entenderá
lo que usted quiere decir. Con sus palabras quizás ni si quiera deseen leer el
libro. ¡Dese cuenta, nadie sabrá que don Peregrino existe en esta novela y fue
él quien permitió el milagro… con ayuda de los santitos, eso sí… por que don
Peregrino no es nadie para hacer milagros… pero los santitos sí, por eso hay
que tenerles respeto, ya ve esa Dimpa que vivía en la cabeza de la profesora
de piano cuántos milagros no le hizo… por que ¿sabe? A don
Peregrino le han contado las mensajeras Mora, Mara y Mori que algo trágico le
pasó a Vera…
Voz femenina en off:
¡Cállate, estúpido don Peregrino, logro de
imitación de Salvatore de Monferrate, personaje tan inolvidable como tú de El nombre de la rosa, novela de Umberto
Eco que se publicó en 1980.
Voz en off
de don Peregrino:
¡Dale, ché!, que en 1980 no se publicó El nombre de la rosa; don Peregrino sabe
bien que el jueves 14 de febrero de 1980, Víctor encendió el motor del auto porque
tenía que volver a Estación Esperanza, y así comienza la novela...
La COMENTARISTA, deja de dialogar con las voces de su interior y decide
retomar el hilo de sus ideas que estaba dirigiendo al público de la Embajada de
Argentina.
Entonces, el MODERADOR, discreto, le acerca una tarjeita que desliza sobre la mesa; en ésta le indica que se ha excedido, que ya debe cortar. La
COMENTARISTA garraspea… y le dice al público:
COMENTATISTA: Por ahora éstos son los únicos comentarios que puedo hacerles de
una obra que me ha gustado mucho leer, incluso desde el momento en que la
recibí para hacerle la corrección de estilo editorial, y poco he corregido en
ella, pues el texto original venía así como ustedes lo ven ahora, y se lee muy
fácil, por cierto…
Casi no se alcanzan a
escuchar las últimas palabras de la COMENTARISTA, el MODERADOR toma la
palabra.
MODERADOR: Ahora, los
invito a que vemos el tráiler de un filme que quiere compartirnos Guillermo
Julio Montero.
Corte a:
4. INTERIOR-PANTALLA-NOCHE
La pantalla es iluminada por un proyector. En ella puede leerse lo
siguiente:
Zurcido
invisible,
de
Guillermo Julio Montero.
Disolvencia lenta a la palabra FIN… y comienzan a pasar lo créditos…
1 comentario:
Lo leo y lo vuelvo a paladear como si hubiera estado ahí.
¡Sorpresa! SÍ ESTUVE AHÍ.
Gracias por revivir la experiencia que me encantó tanto como el vino ;)
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