EL MÉDICO, CATEDRÁTICO Y ESCRITOR
En su biografía inconclusa que tituló La voz de mis fantasmas, Omar Ménez Espinosa, conocido en los gremios médicos, de catedráticos universitarios y normalistas, de escritores literarios y de periodistas (de las décadas de los años setenta, del siglo XX, a las de los veinte del siglo XXI), narra lo siguiente:
[En 1936,] Nací el sábado 29 de febrero, al mediodía, en Zacualpan, pueblo rústico al sur del Estado de México. De tierra agreste y subsuelo con largas y ricas vetas de plata y otros minerales. En una casa de adobe con techo de tejas, que abría su puerta y ventanas de madera vieja a la calle empedrada. Un año y siete meses después del fallecimiento de mi hermana primogénita Flor de María.
Nació ella el 7 de junio de 1924 y murió el 27 de julio a consecuencia de una infección intestinal, aunque fue tratada por el médico del pueblo —tiempo en que aún no existían los antibióticos ni los conocimientos refinados de la pediatría—. Su vida fue de escasos cincuenta y un días (un mes y tres semanas). Pero la herida que dejó en el alma de mis padres duró abierta por el resto de sus vidas, y su memoria amorosa fue transmitida a quienes nacimos después.
Recién nacido, recibí de mis padres, temerosos aún por la dolorosa experiencia que vivieron con la pérdida de su hija, cuidados meticulosos y atenciones delicadas.
A principios del año [de 1937,] salí con mis progenitores del pueblo natal para radicar en la capital del estado [Toluca], arrendándole al abuelo materno una de sus casas situada en la calle de Pensador Mexicano [...].
Una tarde vio mi madre la aparición de «mi hada madrina»: espectro (?) de una anciana que me miraba dulcemente mientras yo dormía y, al sorprenderla mi madre, que en ese momento entraba al dormitorio, el fantasma empezó a desvanecerse hasta desaparecer. Horrorizada, mi madre me tomó en sus brazos y corrió a refugiarse en la casa de dos vecinas y paisanas, apellidadas Fajardo [...], de donde por la noche nos recogió mi padre que regresaba del trabajo de catedrático en la Normal de Profesoras, alarmado por hallar el zaguán de la calle abierto y las habitaciones oscuras y vacías, aún ignorante de la experiencia fantasmal que luego le fue relatada.
Así, aunque hubo nacido en Zacualpan, desde sus primeros meses de vida hasta su fallecimiento, acaecido el 19 de diciembre de 2021, Omar Ménez Espinosa radicó en la ciudad de Toluca.
Fue el segundo de los seis hijos que tuvo el matrimonio conformado por la maestra Evangelina Espinosa Heras y el Maestro Guillermo Ménez Servín, quien, como escritor, usaba el seudónimo de El Monje Azul o invertía sus apellidos: Servín Ménez (como se mira en la calle que en la ciudad de Toluca lleva su nombre).
Quizás esa hada madrina que se le apareció cuando aún no cumplía un año de vida fue quien le otorgó tres dones: el de la generosidad, el de la sabiduría expresada con la maestría de la palabra y el de la incansable laboriosidad y creatividad literaria...
Omar Ménez fue un hombre inquieto: en 1953, egresó del bachillerato en Ciencias del Instituto Científico y Literario Autónomo del Estado de México (ICLA), hoy Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM en sus orígenes, y Uaeméx desde la era de las redes sociales). Al año siguiente se inscribió en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre 1960 y 1975, laboró en el Hospital de Traumatología y Cirugía de Urgencias «Dr. Rubén Leñero» y el Instituto Antialcohólico, así como en los departamentos de Hematología y Medicina Nuclear del Laboratorio Médico del Chopo y de Electrocardiografía del Laboratorio de Análisis Clínicos BYC.
De 1961 a 1966, fue auxiliar Municipal de Sanidad del Ayuntamiento de Teoloyucan (entre sus anécdotas contaba su experiencia como forense de esta comunidad y sus alrededores); en esta localidad también atendía su consultorio particular como médico cirujano y partero, el cual, para 1972, trasladó a la ciudad de Toluca.
De 1976 a 1983, fue catedrático de Anatomía, Fisiología, Higiene, Morfofisiología y Biología en las preparatorias Núm. 1 «Lic. Adolfo López Mateos», Núm. 2 «Nezahualcóyotl» y Núm. 4 «Ignacio Ramírez Calzada» de la UAEM y del entonces Instituto Cultural «Isidro Fabela», hoy ya transformado en Universidad.
Además de esas materias, de 1977 a 1996, impartió Ciencias de la Salud y Promoción de la Educación para la Salud en las Escuelas Normales, y sus preparatorias anexas, Num. 4 de Capulhuac, Núm. 20 de Santiago Tianguistenco y la Núm. 1 de Toluca. A la par, coordinó el servicio médico de estas escuelas en Capulhuac, Santiago Tianguistenco y Tejupilco.
Fue integrante de la Academia de Médicos Escolares de Educación Superior (desde 1978 hasta la extinción de ésta) y partícipe, en 1987, de la elaboración de programas de bachillerato del Sistema Educativo Estatal.
Asimismo, de 1949 a 1953, fue cofundador del Grupo «Optimistas» del ICLA, del Club de Excursionismo y Espeleología «Caballeros de la Montaña» (cuyos integrantes recorrían senderos por el monte para adentrarse en los ríos subterráneos Chontalcoatlán y San Jerónimo) y, en la década de 1960, en la Escuela Secundaria por Cooperación «Dr. Eduardo Liceaga», de Teoloyucan.
De igual forma, fue integrante del grupo escultista Caballeros y Guías Aztecas de Hacienda (en la década de 1980); cofundador de la Unión de Escritores Mexiquenses, Asociación Civil (UEMAC, integrada desde 1982), y del Colegio de Lenguas y Literatura Indígena del Estado de México (creado en 1988 e incorporado al Instituto Mexiquense de Cultura), desde el cual coordinó la Academia de Literatura Indígena.
Por su dominio en el idioma español, fue miembro de la Comisión Estatal para el Fomento del Uso Correcto del Lenguaje (establecida en 1992); por su interés en la promoción de la educación para la salud, formó parte de la Asociación «Amigos del Corazón» del Servicio de Cardiología del Hospital de Concentración Toluca del ISSEMyM (fundada en 2001); por sus aportes a la historia de Toluca, fue vocal de la Comisión de Crónica Social (en 2010) e invitado de la Comisión de Nomenclatura del Ayuntamiento de Toluca.
Como narrador y poeta, impartió talleres literarios y de lectura en Toluca, Tenancingo, Zinacantepec, Capulhuac y Santiago Tiangistenco; fue prolífico conferencista (en temas de salud, higiene, literatura y autores mexiquenses, así como de diversos temas sobre la ciudad de Toluca) y partícipe de publicaciones periódicas.
Su obra está integrada por poesía (haikus, sonetos, poemas de verso libre y poesía para niños), narrativa (con cuento y novela), aforismos (a los que se refería como «lingüetas»), promoción de la educación para la salud, atención premédica, divulgación sobre el uso correcto del lenguaje, preceptiva literaria, crónicas sobre la capital del Estado de México y anécdotas del Instituto Científico y Literario del Estado de México. Fue autor de más de una veintena de títulos.
Su producción le ha valido, entre otros reconocimientos, la obtención del Premio Internacional de Narrativa «Ignacio Manuel Altamirano» (en 2007), que le otorgó la UAEM, por la novela Las flechas de Apolo,[*] además de la Presea «Manuel Buendía Tellezgirón» 2021, que le concedió la Asociación de Periodistas del Valle de Toluca (APVT).
[*] La historia de Las flechas de Apolo se desarrolla en el poblado ficticio de San Joseph Tolotzinco, de la Prefectura de Toluca, donde los habitantes pasan una serie de vicisitudes al sufrir —durante los primeros meses del año de 1830— la presencia, con rostro pustuloso y tentáculos morbíficos, del personaje principal del relato: la epidemia de viruela. Obra de la que, al parecer de varios lectores, ya es justo y necesario contar con su reedición para acercarse a su lectura con los ojos de quienes hemos sobrevivido a la pandemia del covid.
Como autor prolífico, estuvo siempre en constante creación y se convirtió en editor de su propia obra y de la obra de su padre, Guillermo Ménez Servín. Se autopublicó mediante su Editorial Libro Artesanal, haciendo incluso el encuadernado en pastas duras de cada uno de sus ejemplares (amante de los libros, tomó cursos de encuadernación y restauró varias piezas de la biblioteca familiar).
Cuando no estaba enfocado a la auscultación meticulosa, con diagnóstico acertado, para atender a sus pacientes, a él le bastaban su pluma fuente, un lápiz con buena punta, goma suave, su PC, la impresora, un juego de cuchillas, material para encuadernar y el corazón de la casa: libros, para desatar —cual Don Quijote de La Mancha— su imaginación y desfacer entuertos de la realidad para vivirla con el optimismo que le caracterizó.
Físicamente era como un roble, alto y fuerte. Fue deportista, cinta negra de judo (en la década de los setenta impartió un curso de ello en la Ciudad Universitaria mexiquense), buen nadador, excursionista, sobre todo, de las sierras de Toluca. Como padre, fue estricto, pero sensible y cariñoso; como tío y hermano, un padre protector de cada uno de los descendientes de Guillermo Ménez y Evangelina Espinosa.
Aunque mi padre se despidió del plano terrenal para integrarse a otro nivel del cosmos, aunque esté bien donde está, aquí sigue haciendo falta; hacen falta su voz, su presencia, su sonrisa; hacen falta sus referencias sobre la ciudad de Toluca, su nobleza y sencillez, en este mundo de avaricias y ambiciones materiales desmedidas. También hacen falta su ingenio, su creatividad, su bondad, su preocuparse siempre por los demás, aunque él fuese quien más necesitaba de los demás. Hace falta su magia que le concedió su hada madrina...
En su poemario, aún inédito, Astillas de espejo en el otoño, mi padre anunció su muerte al decir:
Llegará caminando por la calle
con un vestido verde
y un rebozo amarillo
a tocar a la puerta de la casa
con voz queda
—casi en murmullo—
preguntará si estoy
o a qué hora llego
y al entrar
en la alfombra dejará estampado
el silencio de sus plantas
dirá que me visita
porque supo que estoy
triste
fatigado
enfermo
que hace tiempo no charlamos
o que pasaba casualmente
y quiso verme
A la familia preguntará
por mis horas de trabajo
mi mal humor
mis vicios
y desvelos
si estoy bien de salud
si es verdad que la vida
me ha golpeado
luego caminará a mi cuarto
donde ya la espero
me alegraré de verla
mi padre le ofrecerá un asiento
y mi madre
té con galletas
Sin soltarme la mano
me llevará hasta el lecho
y besará mis labios
y feliz hablará
sin importar el tema
Yo sonreiré sereno
y dormiré
dormiré mientras ella está allí
con su vestido verde
hablando de esto y aquello
De Omar Ménez Espinosa queda el legado de su palabra. La palabra era esencia creadora para él; era el vehículo más preciso para el conocimiento y la empatía; era, también, el acercamiento con la creación divina en esa frontera entre ciencia y fe.
De sus haikus (que forman parte de otro libro inédito próximo a publicarse), reflexivos, muchas veces con un inevitable sentido del humor, y de gran detenimiento en los pequeños detalles para sintetizar un paisaje, los ciclos de la vida y la muerte, el amor o la naturaliza, cito estos cuatro:
I
El que anda en chismes
y descubre el secreto,
es periodista.
II
Entre luceros
cimitarra de plata
cuelga la Luna.
III
Suéter de estambre y
zapatitos de polen
viste la abeja.
IV
¿Irá la oruga
al baile disfrazada
de mariposa?
Omar Ménez también abordó composiciones poéticas de literatura infantil en su libro Bestias y fantobestias (que en próximas fechas verá la luz en imprenta, como lo anheló y lo dejó encaminado su autor) del que brotan, con la magia de la palabra, animales peculiares y fantásticos que es posible creer que viven en una dimensión paralela a la nuestra. De este libro es el poema «El Tumbaluceros», que dice:
Fantobestia que parece
una bola de billar
y rueda sobre la arena
que está cercana a la mar.
Sale de su liso cuerpo
un enorme brazo que usa
para tirar una piedra,
cual si fuera catapulta.
Lanza la piedra hacia arriba
y hace caer un lucero
que va dejando en la noche
cauda de luz en el cielo.
Al lucero con su cauda
que cayó del infinito
los astrónomos le han dado
el nombre de meteorito.
Amante de la ciudad de Toluca y conocedor de la preceptiva literaria, Omar Ménez Espinosa escribió el poemario Estrofario estrafalario (publicado en 2022 por la Editorial #LaMagayElCíclope), el cual está dedicado a pasajes y paisajes toluqueños entrañables y en cuyos versos las imágenes son postales que resumen con palabras detalles panorámicos de la capital mexiquense, De este libro es el serventesio titulado «Fray Andrés de Castro»:
Mueres recluido, Andrés, en el convento,
frente al río Verdiguel del matlatzinca.
La Sierra de Toluca, en el momento
del réquiem por tu espíritu, se te hinca.
Lejos está la tierra burgalesa
—allí alza la Demanda montañera
y el Arlanzón su líquido atraviesa—
que al marcar tu destino, te perdiera.
Cuatro siglos empolvan tu mirada
que el metal estatuario dulcifica
en un rincón de la ciudad amada,
mientras filial el indio te platica.
Cierro esta primera parte sobre el maestro normalista, médico y escritor mexiquense con otra probadita literaria —no sin antes invitar a los lectores a conseguir la obra de Omar Ménez Espinosa directamente con su casa editorial #LaMagayElCíclope (activa en todas las redes sociales)—. De Estrofario estrafalario, un poema de amor a la ciudad de Toluca, «Muchas cosas para amar»:
Muchas cosas hay para amar
a mi ciudad:
prados
monumentos
casas antiguas y modernas
hombres y mujeres tristes
alegres
serios
adustos
sonrientes los menos
mendigos de manos generosas
y millonarios pobres
mañanas húmedas
para soltar el llanto
cálidos mediodías para hablar
con los amigos
noches pálidas o azules
para hacer el amor
ruidos
de la misma vida viva
aromas de color
tactos que se expanden
aromas de emociones.
Sólo hay que caminar
por la ciudad
para amar lo inesperado.
EL INSTITUTENSE Y PERIODISTA CULTURAL
Omar Ménez Espinosa, médico y escritor que nació en las tierras mineras de Zacualpan el 29 de febrero de 1936 y que desde sus primeros meses de vida hasta su fallecimiento, acaecido el 19 de diciembre de 2021, radicó en la ciudad de Toluca, fue hijo del profesor y poeta Guillermo Ménez Servín y de la profesora Evangelina Espinosa Heras.
Omar perteneció a la última generación del Instituto Científico y Literario del Estado de México (ICLA). Al egresar de este Instituto, estudió Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
A lo largo de su vida, Ménez Espinosa ejerció su profesión como médico general, cirujano, laboratorista, partero, auxiliar de sanidad en el Honorable Ayuntamiento de Teoloyucan y médico escolar; fue docente en escuelas preparatorias de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM o Uaeméx) y del entonces Instituto Cultural «Isidro Fabela», hoy Universidad, así como de las escuelas normales de Santiago Tianguistenco, Capulhuac y Tejupilco.
La trayectoria de Omar Ménez Espinosa es vasta (porque, como él decía: «el hombre es un todo»). No sólo ejerció la medicina y la docencia, sino también la escritura. Alguna influencia debió tener de los autores con quienes en su adolescencia compartía en los cafés literarios que organizaba el Grupo Letras, cofradía de escritores toluqueños del que su padre, mi abuelo, fue uno de los fundadores y presidentes (en el Café Madrid o en el Gran Hotel, ubicado éste en aquel entonces en el Portal de Toluca, compartían sus obras y debatían: Eliseo Suárez, Pompeyo Franco, José Yurrieta Valdés, Alejandro Fajardo, Rodolfo García Gutiérrez, Guillermo Torres Agatón y Ménez Servín, entre otros).
Además de la medicina, la docencia y la escritura, Omar Ménez Espinosa colaboró en la Enciclopedia de México que hace muchas décadas, a. c., es decir, antes de las computadoras, coordinó Gutierre Tibón. Esta colaboración y su acercamiento con escritores fundamentales para la historia de Toluca, le motivó a promover, con profesionalismo, la historia de nuestra ciudad, así como el uso correcto del idioma español, no sólo en conferencias que impartía, invitado por la Dirección de Patrimonio Cultural, el gobierno estatal y el Archivo Histórico Municipal de Toluca, sino también a través de las columnas semanales que tuvo en diferentes periódicos.
Sabido es que fue coordinador de talleres literario en varios municipio de la entidad; asimismo, fue cofundador de la Unión de Escritores Mexiquenses, Asociación Civil, UEMAC, del Colegio de Lenguas y Literatura Indígena del Estado de México, de la Comisión Estatal para el Fomento del Uso Correcto del Lenguaje y de la Comisión de Nomenclatura del Honorable Ayuntamiento de Toluca.
Omar Ménez Espinosa es autor de más de una veintena de libros (algunos de estos publicados por el Ayuntamiento de Toluca, la Universidad Autónoma del Estado de México, Libro Artesanal, Educ Arte y #LaMagayElCíclope). Fue reconocido por el Premio Internacional de Narrativa «Ignacio Manuel Altamirano» 2007, con el que lo distinguió la UAEM, y obtuvo el primer lugar del Certamen literario «Vivencias y Experiencias», convocado por el Ayuntamiento de Toluca en 1988.
En el ámbito del periodismo toluqueño, desde su juventud incursionó como reportero del Órgano Oficial de la Sociedad de Alumnos del ICLA, en 1952. Más tarde, hacia la década de los setenta del siglo pasado y hasta la primera década de inicios del siglo en curso, es decir, a lo largo de cuarenta años, Omar Ménez Espinosa colaboró en diversas publicaciones periodísticas.
En el 8 Columnas contribuía con algunos poemas-críticos de temas sociopolíticos bajo el seudónimo de Tábano II; ahí mismo tenía una columna que firmaba con su nombre y en la cual semanalmente aportaba la biografía de personajes importantes que dieron nombre a las calles de Toluca, aportación que continuó poco después en el periódico Rumbo.
El no olvidado y querido Carlos-Héctor decía:
para los lectores de periódicos de nuestra ciudad, el nombre del doctor Omar Ménez Espinosa no resulta desconocido. Autor de varios artículos, publicados en diversas fechas y lugares, el doctor Ménez Espinosa es un auténtico amante de nuestra ciudad, estudioso de sus características, conocedor de sus detalles y un ameno cronista, capaz de convertir en acertados trabajos el fruto de sus observaciones (Rumbo, «Suplemento Dominical», 27 de enero de 1980, p. 7).
En el Rumbo, Ménez Espinosa también aportaba datos históricos sobre médicos toluqueños del siglo XIX que detectaron epidemias, plagas y enfermedades endémicas urbanas en la capital mexiquense, como lo fue la propagación del tifo por las condiciones insalubres en las que vivía la población. En 1977, Ménez Espinosa señalaba lo siguiente:
Toluca la bella, la de calles pavimentadas y río entubado, ha superado sus condiciones sociales, económicas y culturales, pero ahí queda en su historia la lucha histórica contra la enfermedad, el sufrimiento, la miseria y la ignorancia (Rumbo, «Suplemento Dominical», 24 de julio de 1977, p. 2).
También en este periódico solía participar con relatos, crónicas y reseñas en el suplemento cultural «Vitral», coordinado por el entrañable Alejandro Ariceaga. Otras contribuciones literarias las hizo en El Heraldo de Toluca.
En la década de los ochenta hay cuentos y poemas de Omar Ménez Espinosa en el suplemento cultural «Redes», de El Sol de Toluca. Cabe señalar que en este periódico trabajó, desde su entrañas, como capturista, redactor y corrector de estilo editorial.
Fascinado por la cadena de producción que iba desde el alzado de las notas, la redacción en máquinas Olivetti, la captura en incipientes computadoras, la corrección, el diseño (aún con recorte de papel y goma para pegar por cuadros la arquitectura informativa de las planas) hasta la salida del periódico, ya armado y entintado por las grandes máquinas que devoraban el papel de las bobina, terminó siendo un colaborador proactivo apreciado por todo el equipo de trabajo.
No muy tarde, se ganó una plana cultural en El Sol de Toluca para promover la creación literaria de autores mexiquenses, así como anécdotas históricas de Toluca y para aportar nociones filológicas de ciertos vocablos, de los que refería su significado, su etimología y su evolución histórica; desde esa trinchera de palabras defendía el uso correcto de nuestro idioma.
Su plana dominical se llamaba «De Todo Como en el Tianguis», y no faltaba en ese tianguis su toque de buen humor y sarcasmo con secciones populares que provocaban la sonrisa del lector (como sus anuncios clasichiflados, el listado de exageraciones, en la que dice: «hace tanto que no como, que ya tengo musgo en el gaznate y telarañas en los intestinos», o bien, «Es tan cegatón que no ve ni por la familia», o el apartado de casos del Archivo de la Doctora Corazón, en el que exponía relatos inesperadamente sorpresivos).
Después de su plana «De Todo como en el Tianguis», publicó casi a diario en El Sol de Toluca su sección «Café y Té de Canela», columna en la que dos personajes ficticios aficionados al conocimiento de la lengua castellana dialogaban sobre el significado de las palabras, mientras, reunidos en un restaurante, uno tomaba su taza de café y el otro, su té de canela.
Hacia la década de los noventa, Ménez Espinosa fue colaborador del suplemento «Ideas» del semanario Cambio y de la revista mensual La Luna de Toluca. Ya entrado el siglo XXI, colaboró en el periódico bimestral La Gaceta de Toluca, al inicio con diversos artículos sobre promoción de la salud, literatura y el uso correcto del lenguaje; más tarde, aquí mismo, tuvo su columna «Scribitur ad Narrandum» (sobre «modalidades de nuestro idioma», decía él) y en 2009 la cambia por «Galenos a Vuelapluma» (con artículos de divulgación médica).
De la década de los noventa a 2010, mi padre siguió participando con la misma pasión e interés por la literatura, la historia de Toluca, la promoción de la educación para la salud y, desde luego, por el fomento del uso correcto del idioma español. Esto lo hizo en su boletín semanal El Abejorro Ventorro (Órgano Chismográfico y Pseudocultural de los Desayunos del Miércoles), que preparaba para los miembros de las últimas generaciones de alumnos del ICLA, así como en espacios como: los Cuadernos del Centro Toluqueño de Escritores y las revistas La Troje y Ágora Mexiquense (de esta última fue coordinador, por un lustro, del suplemento cultural «El Partenón»).
A finales de 2020, época en la que estaba releyendo Noticias del imperio de Fernando del Paso —como Fernando del Paso—, mi padre tuvo una isquemia cerebral transitoria que, si bien no le causó la muerte ni afección motriz alguna, sí repercutió en el área de Broca, parte del cerebro donde se estructura el lenguaje.
La gran enciclopedia de palabras, significados y significantes que había en el acervo personal de mi padre se revolvieron como si un huracán hubiese entrado por la ventana de su biblioteca y le hubiese revuelto todos sus papeles.
Disciplinado y, como médico consciente de su situación, incluso paciente ante mi angustia, aceptó algunas terapias de lenguaje y, ya por su cuenta, haciendo ejercicio y retomando la lectura y la escritura, poco a poco empezó a ordenar sílabas, a relacionar palabras con significados y —como Fernando del Paso— volvió a recuperar sus palabras y a rescatar con éstas sus recuerdos.
Poco más de un año nos permitió el destino seguir escuchando sus conversaciones sobre Toluca, la pandemia, las anécdotas de la familia. Fue un año en el que dejó encaminados algunos de sus libros para su pronta publicación y que, poco a poco, los va dando a conocer la Editorial #LaMagayElCíclope.
El 19 de diciembre de 2021, tras una embolia pulmonar, la luz de su voz se apagó en el silencio para esconderse en el recuerdo, en sus objetos, en las huellas de la casa, en sus libros, en su biblioteca y en el legado de su obra escrita a pulso y con el esmero de quien respeta su cultura, su ciudad y su idioma, «como humanista que fue en toda la extensión de la palabra», diría el doctor en Sociología Jorge Arzate Salgado en el homenaje que el 16 de mayo de 2022 le hizo la Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, A.C., con sede en el municipio de Toluca.
El 30 de mayo 2022, Omar Ménez Espinosa, mi padre, fue reconocido por su trayectoria dentro del periodismo, con la entrega póstuma de la Presea «Manuel Buendía Tellezgirón» 2021 que le hizo la Asociación de Periodistas del Valle de Toluca, en el trigésimo noveno aniversario de este gremio; acto que no dejo de agradecer con todo el corazón.
Amante de la ciudad de Toluca y conocedor de la preceptiva literaria, Omar Ménez trasladó la crónica hacia la poesía en su poemario Estrofario estrafalario, sirva de ejemplo el siguiente texto:
EL CERRO DE LA TERESONA
Allí está
desde tiempo inmemorial.
¿Volcán extinto?
¿Plegamiento orográfico?
¿Ondulación del horizonte?
¿Fósil petrificado?
Allí está
en maternal vigilia
como una elefanta
que cuida
solícita y celosa
a su cachorro.
Ahí está
en reposo eterno
con las patas encogidas
contemplando las metamorfosis:
de caserío en aldea
de pueblo en villa
de ciudad en metrópoli.
Allí está
testigo de los tiempos
testigo de la historia
tirada la trompa al porvenir.
Allí sigue
echadita
La Teresona.
Algo que caracterizó a mi padre fue su sentido del humor, que a veces tocaba la frontera del sarcasmo. Médico, poeta y hábil conocedor no sólo del idioma sino también de la retórica, compuso, además, sonetos atípicos, poco comunes por su tema (las enfermedades) y por su tono (completamente lúdicos); éstos se encuentran reunidos en su libro Patología rusticante, editado en 2022 por #LaMagayElCíclope.
El escritor y catedrático jalisciense Dante Medina afirma que, en este sonetario, Ménez Espinosa:
se burla de los padecimientos y sus síntomas, los banaliza y los actúa a la manera bufa del teatro, en primera persona, en autoburla; [los suyos] son poemas-bisturí, meticulosas auscultaciones, escritos anatómicamente en carne propia.
Concluyo esta segunda parte sobre el maestro normalista, médico, fiel institutense, periodista cultural, escritor mexiquense (y muy querido padre), con dos sonetos de Omar Ménez Espinosa:
MEMORIA MÉDICA
Amilorida y eritromicina,
butorfanol, biotina y alcanfores,
fenilpentol —¿se dice así, señores?—,
piroxicam, metilergotamina,
gamma benceno, oxitetraciclina
—¿Trabalenguas de los embaucadores
o es jerigonza de exorcizadores?—,
mebendazol, lipasa, metionina,
trimetoprim, pineno, prazosina,
amantadina... —¡Basta ya de horrores
que mi ofuscada mente no adivina,
aun cuando tomo mucha vitamina,
cómo chingados le hacen los doctores
para recordar tanta medicina!
TABAQUISMO
Que malgasto el dinero a lo pendejo
por gastarlo en un tubo de tabaco,
que al fumarlo de cáncer me echo un taco,
que me haré prematuramente viejo,
que al respirar exhalo un tufo añejo
y el aire contamino cual chacuaco,
que si la nicotina me hace flaco,
que ya tengo el pulmón hecho un trebejo.
Eso dicen al ver mi cajetilla,
mi tos seca, la herrumbre en el gargajo
y la pieza dental café-amarilla.
Concedo la razón, mas no me rajo,
seguiré dando el golpe a la colilla
y mando a mis amigos al carajo.
Omar Ménez Espinosa es autor de los siguientes títulos publicados en la capital mexiquense:
- Manual de morfofisiología humana (edición del autor, 1976).
- Historia de las interpretaciones de la salud y la enfermedad (edición del autor, 1983).
- Manual de ciencias de la salud I (edición del autor, 1984).
- “Los últimos días del ICLA”, en Vivencias y experiencias (H. Ayuntamiento de Toluca, 1990).
- Isidro Fabela. Biografía (Ediciones Educ Arte, 1990).
- Miguel Hidalgo y Costilla. Biografía (Ediciones Educ Arte, 1990).
- José Ma. Morelos y Pavón. Biografía (Ediciones Educ Arte, 1991).
- Los Niños Héroes. Biografía (Ediciones Educ Arte, 1992).
- Las calles de Toluca (H. Ayuntamiento de Toluca, 1993).
- Abejas de lumbre. Anécdotas del Instituto Científico y Literario del Estado de México (Libro Artesanal, 1995).
- Microhistorias de Toluca (edición del autor, 1998).
- Cartilla del fillosofante (Libro Artesanal, 1999).
- ICLA 1999 (edición del autor, 1999).
- Para leer poesía (Libro Artesanal, 1997; 2ª ed., 1999).
- Trampas verbales en el periodismo (Libro Artesanal, 2000).
- Atención premédica en urgencias escolares (edición del autor, 1989; 2ª ed., Ediciones Educ Arte, 2002).
- La salud del emperador (edición del autor, 1995; 2ª ed., Editora Ágora, 2002).
- Nociones de preceptiva literaria (edición del autor, 2007).
- Las flechas de Apolo (Uaeméx, 2008).
- Estrofario estrafalario (#LaMagayElCóclipe, 2022).
- Bestias y fantobestias (#LaMagayElCíclope, en proceso de edición).
- Lingüetas contra el tedio (#LaMagayElCíclope, 2024).
- Mictlán, la mansión de los muertos (mitos, leyendas y necrocuentos) (#LaMagayElCíclope, en proceso de edición).
#OmarMénezEspinosa #LiteraturaMexiquense #HistoriaDeToluca #AutoresDeToluca #GuillermoMénezServín #ServínMénez #ICLA #UAEM #Uaeméx #FacultadDeMedicina #Teoloyucan #Chontalcoatlán #EduardoLiceaga #InstitutoMexiquenseDeCultura #UEMAC #CaballerosYGuíasAztecasDeHacienda #PremioInternacionalDeNarrativaIgnacioManuelAltamirano #LasFlechasDeApolo #PreseaManuelBuendíaTellezgirón #AsociaciónDePeriodistasDelValleDeToluca #APVT #GrupoLetras #GutierreTibón #Carlos-Héctor #AlejandroAriceaga #ElSolDeToluca #Rumbo #8Columnas #ElHeraldoDeToluca #SistemaLiterarioMexiquense #DeTodoComoEnElTianguis #CaféYTéDeCanela #Cambio #LaMagayElCíclope #EstrofarioEstrafalario #PatologíaRusticante #FrayAndrésDeCastro #Zacualpan #EliseoSuárez #PompeyoFranco #JoséYurrietaValdés #AlejandroFajardo #RodolfoGarcíaGutiérrez #GuillermoTorresAgatón