lunes, 20 de enero de 2014

Quetzales en mi cabeza


Los quetzales revolotean en mi cabeza mientras resumo momentos entrañables de mi inicio de año 2014 (con sus bienaventuranzas):

1. La levedad de la sorpresa: sin haberlo planeado, festejamos entre dos el cambio de año con una velada fuera de lo común: en una desolada y fría terraza de hotel (lejos de los cohetes chinos), leímos relatos y poesía, propios y ajenos; convocando, con ello, algunas voces que nos cimbran para compartirlas lejos de jolgorios y explosiones de alcohol.

2. El mejor halago en los primeros 20 días: el que me hicieron el viernes pasado la laboratorista y el ginecólogo. Ella, al ver en pantalla la resonancia, sin desprender la vista de las curvas pardas: “¡Qué bonito se ve…!”; él, mirando mis placas que ella remitió: “¡Qué hermoso está tu útero!”. (Y yo, por fuera, y más adentro del cuerpo, no he dejado de sentirme como mi útero.)

3. Mi meta en proceso: soltando el lastre y lo que me hace daño para seguir mi camino, sin dejar de “ser-me” (ser yo misma, e incluso más…).

4. Las palabras vueltas hechos: “Vení acá”, dijo, acudí, me abrazó y, decididamente, expresó: “con todo lo mujer que eres y con toda esa independencia que te cargás, me gustaría protegerte”, y lo hizo (me protegió incluso de él mismo).

5. Lo indeleble: late la memoria en la yema de mis dedos…

6. El mejor regalo: dejarme libre y no influir en mi decisión (aunque, como era de esperarse, la decisión de ambos la tomó él...; cada quién sus ansiedades o razones y soluciones ante ello).

7. La decisión tomada: en mi personal Camino de Santiago, mi sendero se ha topado con el de otras personas; al conocerlas, a algunas las he querido más que a otras, incluso las he “más-que-querido”. En el trayecto afectivo 
–que es uno interno dentro de mi camino personal–, a tres pasos de la querencia no ha faltado que me digan que “soy una buena persona…” y que “es tan fácil quererme…”; pero mi vida no concluye en el inamovible estatus de la querencia, yo miro más tramo por delante: el que lleva a la frontera del amor y hasta éste…

Es muy fácil quererme, y lo es también perderme si me quedo en el “quererse mucho” cuando hay “amarse más” (en el quererse mucho sólo se siente de manera individual cuando se está con la pareja; en el amarse, se construye en pareja para no dejar de sentir, ya de manera individual ya en comunión).

No parece fácil, pero es sencillo (sencillo, no simple) más-que-quererme, sólo hay que dar unos pasos más (con decisión, responsabilidad y correspondencia, a partir del diálogo 
las palabras son básicas; el silencio en medio de la distancia, por más corta o larga que sea, enturbia cualquier relación hasta anularla–) para resolver la incógnita del cómo (ésta se resuelve entre dos, pues muta cuando se confronta la variable del YO, con la de TÚ).

Teniendo dos dedos delante del corazón, se mira ese breve trecho afectivo…

En ese camino, dando los pasos que doy, elijo compartir mi cariño y, si puedo, mi amor, a partir de la mujer que me he vuelto en mi andar siempre decidido:

 a) Sólo quien sabe de amor, provee su salud y la de sus seres queridos. Soy una mujer sana (ante mi vulnerabilidad, busco el apoyo profesional), y sana me comparto con quien sepa valorarme así, con quien sepa procurarme así, y en corresponsabilidad, procuro la salud de quien quiero.

 b) Los hombres plenos, satisfechos por sus trayectorias –personales y gremiales– tienen tanto de sí que pueden compartirlo con otros sin mezquindad y sin censura. En esta etapa que vivo, me resulta inevitable compartir los momentos de plenitud que voy acumulando, y me place percibir la plenitud y satisfacción de quien quiero.

c) Compartirse libertad y compartir(se) en libertad, en privado y en público, es el ejercicio de los seres que aman. Soy una mujer libre, respeto la libertad ajena y defiendo la propia; no pienso coartar mi libertad limitando mi salud, mi plenitud ni mi tiempo con quien, por voluntad o indolencia, no tiene la misma capacidad de ser libre, sano y pleno.

d) Soy una mujer ocupada en muchas labores –ajonjolí de tantos moles–, pero siempre tengo tiempo y hallo los recursos para ir, escuchar, hablar y estar con quien quiero; de quien quiero espero la misma entrega, no obstante la cantidad de responsabilidades que se cargue.

Me dijo un hombre sabio (bicho en extinción: entomólogo con alma de poeta a quien conocí recientemente): las personas que siempre están ocupadas hacen un espacio para recibirte o visitarte; los desocupados siempre tienen un pretexto para demostrar lo contrario (aquí un pretexto que es una perla del desinterés: A cuatro días de distancia, ella le dice: “Te veo este viernes”, y él excusa: “No, aún no sé en qué me pueda ocupar ese día”…).

e) Sana, plena, libre y capaz de sincronizar mis tiempos con los tiempos ajenos, me comprometo con quien decido amar (si es necesario pasar por el tamiz de la querencia, será así, pero si es posible dar el salto hasta el amor, mejor; así no habré vivido en balde).

Ahora sólo falta hallar al par que camine junto a mí, sano, pleno, libre y dispuesto a sincronizarse conmigo… y con quien yo pueda sincronizarme también.

Reseñas de libros:

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