martes, 3 de mayo de 2011

Mi nombre tiene siete letras

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Encuentro, al descifrar una a una las grafías de mi nombre, el regocijo de príncipes guerreros, firmes sobre corceles de igual temple.
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La catarata de signos que me nombran bufa en su caída. Al final, en su remanso, se vuelve tierra de peces con estaciones opuestas:
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Invierno es propicio para que el agua se enjoye de plata: sobre la corteza de los ríos, las estrellas se duplican y la Luna-Mona Lisa mira cacarañado su gesto.
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Solsticio de verano: naranja incendiada, con puños y coces herradas de oro, quiebra el rosto endurecido del satélite, hasta sangrar el rojo de su ira.
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Erguido centauro blanco con crines de fuego, significado y significante, la grafía y su sentido, cabalga entre luz y sombra.
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Necesidad de continuar avanzando (aunque se atrofien las raíces) o angustia de permanecer (para no volverse árbol y ser sólo el ave que lo habita, alas que migran) dan la pauta del camino por veredas y encrucijadas, senderos rectos o curvos, lisos o sinuosos, con itinerario de espacios y tiempos variables.
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Al concluir el trayecto, centro de mandala o estuario de vida, mi nombre seguirá teniendo siete letras; la última con sus dioses y sus criptas.
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Mis siete letras constituyen lo que soy. Quien apocopa mi nombre llega al último significado sin saber que en su conjunto hay siete naves surcando un mar de enigmas descifrables que me significan. Quien me nombra con los siete signos sabe sumergirse en mi esencia y me capta, cuando me pronuncia.
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Versión de los significados de las grafías e, l, i, s, e, n, a, a partir del alfabeto rúnico.
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